Letras desde Pluma

Eso de reflexionar

I.
Por Gabriela Saker, Pluma

Desde que descubrí a Pluma, le tengo menos miedo a la noche. Los callejones oscuros, la posibilidad de una pistola que te apunta a la vuelta de la esquina en esta ciudad de invierno, el acecho constante de la violencia me han tenido neutralizada durante ya varios meses. Pluma me invita a recuperar ese espacio, a respirar hondo y enfrentarme a la oscuridad. Pero no solo eso. Me invita a comprenderla, a sentarme a hablar con ella, a sostenerle la mano y escucharla. Pluma me abre la puesta a los márgenes, deshace esa mirada borrosa que cosntantemente asumimos para darle la esalda a lo feo, lo crudo, los terrores que se retuercen al otro lado de la pared y que ignoramos a veces demasiado. Pero a la vez que me lo muestra, me da el empujón para intentar conocer más allá de la fachada. Desde que Pluma entró en mi alma – de repente esa palabra que creía tan manoseada, ha recuperado su aliento – la ciudad ya no es lo mismo. Santurce ya es más que murales, obras teatrales y cafés. Santurce es esa luz de neón, la música ruidosa, la ropa ajustada. Es el pulgar levantado de la mujer de corset rojo parada en el medio de la cara anochecida, es la lengua desenfadada del don del cafetín, es los párpados que se mueven de un vagabundo tumbado en la acera que sueña. Es reconocerlos, sentirlos yo, sentirlos Pluma.

“Yo soy Pluma, y eso es decir bastante”. Dice Arístides Vargas que la Patria está en los afectos. Y lo está, realmente lo está. Con Pluma, recobré una sensibilidad que hasta entonces sentía perdida. Esta Pluma mía nació en Barrio Capetillo, Río Piedras, en una pequeña casa con paredes de zinc.
Esa casa es un lugar seco y oscuro. Apenas entra la luz del sol porque las ventanas están tapadas con trozos de cartón para evitar que el amanecer respire. Papá y mamá están todo el tiempo en casa, peleando a gritos o sin hablarse, viendo un pequeño televisor que está encima de la mesa de noche, la que tiene comején en un costado. Mamá trabaja de noche y duerme de día. En la cocina, hay una superficie de concreto con losas blancas encima, algunas rotas. La pared es alta y grisácea, y sobre unas cuantas repisas se acumulan las ollas oxidadas y los sartenes con la costra negra del aceite. Afuera, en el poste de luz de la esquina, hay un mensaje que dice “Kiara mamacrica”. Esas palabras las escribió una niña de seis años a otra de la misma edad. Eso me lo contó un anciano, el abuelo de Kiara, que pasó al lado mío mientras inspeccionaba el poste. Me lo dijo con dolor, con risa, con esa risa dolorosa con que todos avanzan en las tardes. Mientras camino, la gente me mira raro, puedo notar que no me quieren ahí, miran con desconfianza a esa chica que camina buscando sus miradas de lejos, tratando de descifrar sus sueños, si es que todavía existen.

Ahí nació Pluma, por ahí caminó Pluma, y siguió caminando por los barrios del país, que son los barrios de todo el mundo, con gente que respira igual y muchas veces tienen las mismas ganas marchitas. Recuerdo que en varios ensayos, cuando me desconectaba del personaje, como suele ocurrir, podía enseguida agarrarme de nuevo a ella con solo una frase “Pluma, discúlpame, Plumita, discúlpame”. Le pedía disculpas porque sabía que era mi propia incapacidad de esperanza lo que me impedía asumirla con toda su fuerza. Era un ruego, pero a la vez un grito de alegría. Pluma me hizo recuperar la alegría. Sí. Y aunque todavía tengo problemas con esta vida cotidiana tan seca y dura, Pluma también me enseñó a recuperar el proyecto de la felicidad. A verla importante. “Yo veo que la gente camina por la calle y no necesita ser feliz”, dice Pluma, y esa soy yo, o era yo, antes de que Pluma me sedujera con su mirada diferente. “Solo el amor puede sostenerte en el aire”, dice la Prostituta, y de repente sí, hay necesidad de amar.

Arístides y yo
Sobre la escritura de Arístides Vargas, dice Rojo Robles que “la suya es una escritura poética no carente de humor pero tambien de cierta amargura y, pese a esta última, de la inocencia suficiente para creer que el mundo puede ser cambiado”. Esas palabras me hablaron tanto durante el proceso. Eso es Arístides, eso es Pluma y la tempestad, eso es Pluma.

Es una obra compleja, que enfrenta sin tapujos la crudeza de este mundo que oscila entre el terror y la apatía. Es una obra honesta, muy honesta, que deconstruye todas las estructuras de poder, a esos políticos oportunistas que defalcan, engañan, destruyen el pueblo, a esos padres y madres infelices que abandonan a sus hijos a la suerte de las calles, esas calles tenebrosas en las que se cuece el país de la mano de la violencia y la violación, a ese país incierto donde obreros que una vez pelearon ya casi no tienen voz, fragmentados en su lucha, desgastados; en Pluma hay una realidad cruda y muy apegada a nosotros.

Pero de ese mismo país que es todos y ninguno a la vez, también surgen personajes tan hermosos como la Prostituta que aún, dentro de la miseria y la incertidumbre, apuesta al amor, a la posibilidad de volar, de sostenerse en el aire, de sobrevivir la tempestad sin perder el encanto y la esperanza, de ahí también surgen los poetas, maltratados, desbancados a los ríos de lágrimas, pero que constituyen en nuestro personaje fragmentado de Pluma ese instante utópico del que ha hablado Arístides, ese momento efímero en que “la vida se aparece con todos sus estímulos” y la posibilidad de una revolución vuelve a aparecer con fuerza.

Es esa esperanza, esa inocencia en el personaje de Pluma que no se deja coartar, que desde la soledad y el vacío de amor construye su propia casa, con esos restos que ha dejado la tempestad, y aspira a un mejor porvenir, es esa belleza impecable dentro de lo raro, lo extraño, lo socialmente inaceptable, lo políticamente incorrecto, es esa poesía tan maravillosa que habla tan de cerca lo que hizo que la escritura de Arístides me revolcara completa, entrara en mí como un torbellino de aliento y me devolviera esa sensibilidad tan importante y a veces tan abandonada en un mundo lleno de cinismos y burbujas enajenantes. Arístides permite que volvamos a respirar, pero no desde la ignorancia, sino desde el pleno conocimiento de que hay un mundo jodido que podemos trastocar, recuperar, revitalizar, desde el amor, las ganas, la solidaridad.

Carola y yo
Recuerdo como si fuera hoy el día que Carola, en la glorieta de Humanidades, mientras me trataba de tranquilizar por una audición que no me había dejado convencida, me dijo: “Hay que tener valentía para la alegría, porque a la tristeza ya estamos acostumbrados”. Esas palabras fueron un puñetazo a las vísceras y a la vez un preludio de lo que sería el proceso de Pluma y la tempestad. Carola y Arístides eran uno, fundidos en esa intención que nos daban como actores de no tomar nada por sentado, de escuchar con verdad, de encontrar la verdad, el humor en la desgracia, de reaccionar a los imprevistos desde el personaje. Carola dice esa maravilla de que “actuar es un acto de solidaridad”, y de repente, hacía que los personajes cobraran más fuerza porque sus historias necesitaban ser narradas, no había opción.

En el teatro de Carola, no hay espacio para la frialdad ni el ego, no hay espacio para el cinismo ni la dureza, es un teatro que se basa en el amor y la búsqueda constante de la sensibilidad, de la capacidad de asombro, de la inocencia perdida, pero también de la crudeza, de lo visceral. Con mis compañeros, nos embarcamos en una aventura que no dejó a nadie en el mismo sitio donde empezó (eso creo), y esa energía se podía contar en todas partes. Dentro de la inexperiencia nuestra, que recién empezamos en el mundo actoral, mucho pudo haberse fortalecido, mejor pudimos haber contado las historias, pero dentro de nosotros, algo cambió. Y es ese cambio lo que hace que el teatro salve en su escrutinio de la condición humana, con todas sus precariedades e ilusiones.

. . .
II.
Por Michelle Rubí
Prostituta vieja

Luego de tomar cuatro clases con la Dra. Carola García, no podía dejar pasar la oportunidad de audicionar para Pluma. Carola García López se volvió un pilar en mis estudios y en mi vida personal y en esa pieza se reuniría una amalgama de pensamientos, sujetos pero sobre todo me intrigaba desde dónde Carola quería hacer Pluma y así una tarde de verano recibí el correo electrónico donde decía que mi personaje sería la prostituta vieja y uno de los poetas. La poeta por una cuestión de visual técnica la terminó haciendo otra compañera lo cual lo encontré genial, porque luego de haber estudiado a Ángela María ver cómo otra compañera abordaba su poesía y la trabajaba me parecía maravilloso porque yo entendía cada detalle en su descubrimientos y frustraciones del personaje. A lo mejor para otro actor ese motivo fuese el llanto y la visita a una barra riopedrense, pero para mí fue una secreta y silenciosa clase de actuación. Antes de continuar debo mencionar que Pluma fue un proceso muy personal y a la vez colectivo. Un trabajo que, gracias a la directora Carola García López, al dramaturgo Arístides Vargas, al equipo de producción, al compositor Luisito Rodríguez y entre músicos, actores y espectadores Pluma alinea el cuerpo, mente y alma en un espacio que nos lleva a otros mundos.

Al recibir el personaje de la prostituta vieja, un personaje triste y duro recurrí al espacio. En la disciplina de la geografía hoy día se habla de los geo-espacios que no tan solo trabaja el espacio físico sino que es un estudio social, económico y sicológico del mismo. No es lo mismo hablar de una prostituta de Santurce a que hablar de una prostituta en Amsterdam, bueno a ella le llamarían trabajadora sexual, acá la puta de la 15. Dentro de ese marco me pregunté, trabajar a la prostituta desde qué lugar? Tenía claro buscarla desde el Viejo San Juan y Santurce donde yo crecí y las he conocido y ellas me han protegido, desde la ciudad, pero también dentro de todo ese mundo de trabajo sexual ilegal que se da en Puerto Rico y que los periódicos de este país deciden sacar una noticia de las miles que pasan al día cuando se sienten sensibles con el país. La prostituta vieja es también esa niña del centro de Puerto Rico donde sus padres la prostituyen por sacar un valor metálico de ella mientras ellos no mueven un dedo. Es la tristeza de un intento de otra vida, buscar agarrarse a otros mundos dentro de la imaginación para sobrevivir la miseria cotidiana. Pude haber agarrado a la prostituta desde lo más sexual, pero ese sería su camino fácil. Decidí trabajarla desde lo que duele, su propia ruina. Así la prostituta vieja nacida en Morovis llamada María de los Milagros Rodríguez Rodríguez llegaría a Santurce con la mejor sonrisa del progreso y que en la dureza citadina terminaría siendo todas las noches la llamada “Musa Paradisiaca” trabajando para un jefe extranjero que desde la distancia de su país natal perdería sensibilidad y no sentiría pena en trabajar su negocio sucio en el extranjero, un negocio que jamás sería capaz de montar en su propio país.

Igual que la Musa Paradisiaca, otro personaje que dialogaba durante toda la obra y por tanto nos hace parte del mismo, es la ciudad, otro elemento maravilloso que la directora Carola García decidió integrar, porque suele pasar por el expreso de lo desapercibido. Personalmente, nunca he vivido fuera de una ciudad, incluso ella es mi sicóloga por excelencia, no hay mejor remedio que irse a caminar sin rumbo por la ciudad y luego darse un chapuzón en la playa o posa más cercana. Ser citadina es una ventaja pero también es mi condena como bien una vez Carola García mencionó. La ciudad me formó y esta obra me acercó a ella desde otra óptica. La trabajé desde el conocimiento puro que tengo de ella y las visiones literarias de la ciudad como el trabajo de la Profa. Vanesa Vilches, Profa. Yolanda Izquierdo, Charles Baudelaire, Italo Calvino, Josué Montijo, Francisco Font Acevedo, Prof. Eduardo Lalo, Virgilio Piñera, Luis Negrón, Jorge Luis Rodríguez entre muchísimos otros más. Pero el crack aquí está en que lo literario en la imaginación pasaba a otro plano, aquí el teatro era capaz de integrar en mí otros sentidos, era capaz de oler su tufo y su olor a mezcla de mistolín y residuo de la azúcar de la cerveza entre las aceras. Sus ruinas, grietas, la espera de la guagua en la insensatez de una parada de guaguas hecha en metal en el medio del trópico. La constante búsqueda de la sombra, consuelo temporero del sol arduo que nos nubla con su intensidad. Las comunidades diversas que la componen, sus ruidos metálicos, gritos, el sabor agridulce del graffiti hecho por el simple acto de sentirse parte de algo o reafirmar la existencia de un sujeto a través del aerosol y que esa adrenalina de hacerlo
los haga sentir vivos y que son capaces de hacer y ser, irónicamente dentro del acto ilegal. Santurce, una ciudad planificada sin planificación, así es Pluma y dentro de los desastres que la componen es curiosa ante los transeúntes de la vida, una flaneur. En el final de la pieza donde todos los sujetos nos reuníamos a ver la ciudad, aunque todo juntos la veíamos diferente, de alguna forma mirar un espejo es donde la sacamos del expreso de lo desapercibido, la señalamos y reafirmamos su existencia, nuestra existencia en el espacio, en nuestro País. Pero hay un camino peligroso en esa ciudad, en la planificación sin planificación y es el tiempo y destiempo que la prostituta y otros personajes como el rufián, la gloria Colonial y la obrera apuntan en Pluma. Aquí me detengo un momento ante la reflexión del filósofo Zygmunt Bauman:
“El tiempo es un ladrón. Accede a esperar, a aplazar las recompensas por tu paciencia, y te robarán las 
 oportunidades de gozos y placeres que acostumbran a venir una vez para desaparecer luego para siempre. 
 El paso del tiempo ha de registrarse en el debe de los proyectos vitales humanos; reporta pérdidas, no 
 ganancias. El paso del tiempo presagia la pérdida de oportunidades que deberían haberse agarrado y 
 consumido según venían. 


Esperar es una vergüenza, y la vergüenza de la espera se vuelve en contra de aquel que espera. 
 Esperar es algo de lo que avergonzarse porque puede advertirse y tomarse como evidencia de indolencia o 
 de bajo estatus, verse como un síntoma de rechazo y una señal de exclusión. La sospecha de no estar muy 
 solicitado, una intuición nunca demasiado lejana del nivel de conciencia, aflora ahora a la superficie y 
 provoca numerosas ondas: por qué tengo que esperar por lo que deseo/codicio?, cuentan mis deseos todo 
lo que se merecen? son tan respetados como deberían? soy realmente necesario y bienvenido? o me 
 desairan? En tal caso, es este desaire un indicio de que ya estoy saliendo? soy el siguiente en la lista del 
 desempleo secretamente tramada por quienes me mantienen a la espera? Un círculo vicioso donde los haya. El vertiginoso ritmo de los cambios devalúa todo cuanto pueda resultar deseable y deseado hoy en 
 día, marcándolo desde el comienzo como el residuo del mañana, en tanto que el temor al propio desgaste 
 personal, que rezuma de la experiencia vital de la vertiginosa velocidad de los cambios, toma más ávidos 
 los deseos y más rápidamente deseados los cambios…” – (pág. 140-141. libro “Vidas desperdiciadas” de 
 Zygmunt Bauman. Altamente recomendada la lectura del filósofo que señala parte de la tesis de “Pluma y la 
 tempestad”, la producción de residuos humanos).

La primera reunión que hicimos de Pluma lo único claro en nuestra investigación era la utilización de la placa en la obra, que no es más que el diagnóstico. Mis compañeros y yo cada uno a nuestro proceso trabajamos la placa a nuestra manera, de modo muy personal. La única vez que me han hecho una placa tenía seis años y mi abuelo paterno, decidido a que sus nietas más pequeñas conozcan su raíz, me había llevado como toda mi niñez y adolescencia a su pueblo fronterizo en Galicia. Me caí de un tercer piso por las escaleras. Me llevaron a un médico que le dijo a mi padre que el hueso se curaría solo. Mi madre llegó de Portugal al otro día junto a mis abuelos maternos, exiliados como Arístides Vargas, y consiguió que el mejor médico de Galicia le diera un vistazo al hueso porque no se fiaba del médico anterior. El médico pesado me puso un aparato que no me permitió moverme durante todo mi primer grado. Pero el recuerdo más vivo no es el dolor, es el amor inefable con que mis abuelos me cuidaron. La paciencia de ayudar a levantarme de la cama mientras las lágrimas ya se me metían por los oídos, la comida que mi tía abuela me preparaba de su huerto, las tortillas deliciosas hechas cuando las gallinas habían puesto huevos en la mañana y que después me mandarían a darles las gracias desde la ventana porque no podía jugar en el jardín. Todos aquellos remedios hechos con astucia que toman su tiempo y voluntad para sacarte por unos minutos del dolor. Recordando aquella anécdota la placa recobró en mi lo que hoy llamo “las miramelindas”, la importancia del amor como medicina ante las fracturas de la vida. 


La prostituta vieja como bien mencioné la trabajé desde la ruina. Pero no tan solo desde la ruina que el gobierno de este país nos ha inmerso. La ruina desde la metáfora: el aire, equilibrio y el peso. Hoy día en la ciudad hermana de La Habana hay un movimiento genial entre los arquitectos donde hay una especialización en ruinas que los hace ruinólogos. El escritor cubano Antonio José Ponte en uno de sus cuentos Un arte de hacer ruinas habla con mucho humor sobre “la estática milagrosa” que no es más que el milagro de que una estructura no se haya caído. Desde ahí la Musa Paradisiaca dialoga, ella es una ruinóloga también con un vestuario donde cada galón es un peso de recuerdo almacenado. Sus cuernos son el recuerdo de animal feroz que sigue dando la batalla aunque haya perdido la mayoría. Su cajita del alma el consuelo imaginado de historias de otros mundos. Solo el amor es capaz de levantarla, equilibrarla, levitarla de ese peso y tristeza y sostenerla en el aire siendo consciente de que su cuerpo, mente y alma cada día está más cerca del suelo. Una experta en los desequilibrios de la vida. La llegada de Pluma la lleva al recuerdo de aquella joven que llegó de Morovis, ella entra como la Musa Paradisiaca cantando sobre el destiempo en el bolero que la ayuda a verbalizar que nunca volverá pero al ver a Pluma hay una relación que sale de las entrañas, de alguna forma recordó quién era María de los Milagros Rodríguez Rodríguez. Decir adiós es uno de los actos más difíciles. No hay red social que cure la distancia. Una isla donde hemos sufrido grandes migraciones, mire a Hawaii, los puertorriqueños que llegaron allí el gobierno le metió el paquete de que iban para la ciudad de Nueva York. Cómo se puede ser tan cruel con tus propios paisanos?

La Musa Paradisiaca cuestiona nuestra identidad, historia y poder. El mismo acto de que yo tuviera el privilegio de ponerme a la disposición de este personaje es un cuestionamiento. Los puertorriqueños derretidos por ir a Orlando a ver princesas, ver películas de Hollywood con unos jevotes que ser el bueno es ir buscando el amor de tu vida en un expreso en un porsche matando y tiroteando a todos los que están en el medio. Entonces trabajar la poesía de la ruina, de nuestra propia miseria, reconocer y que el público reconozca lo jodido y se vea en lo jodido, encontrar esperanza en lo asqueroso fue para mí un reto y privilegio.

Justo antes de estrenar la pieza le comentaba a un amigo que “Pluma y la tempestad” fue un proceso intenso de meses y muchísimos ensayos donde cada detalle se exploraba de diversas maneras y luego escogíamos la que mejor funcionaba. Podemos volver a montar la pieza mañana de otra manera, con un tul en el público, con luces neones, bailando al son de Tego Calderón, en fin, fue un laboratorio creativo. Pero ante todo hubo unas transformaciones que nos han cambiado la vida. Pluma es un electro-shock en el espectador. Estamos acostumbrados al ver cine y teatro y a sentir unas variedades de emociones que ya de alguna manera nos esperamos porque están pre-fabricadas en nuestra cabezotas. Esta obra es incómoda y la poesía de Arístides que parte de lenguajes universales como el amor y la felicidad nos acerca a sentir. La Profesora Carola García a parte de ser una gran Pofesora, Educadora y Mentora es también la artista que busca identificar los planos del país en ruinas y trabajar las caídas, trabajar el aire que nos sostiene y equivocarnos para descubrir y balancearnos. Dejar atrás las anestesias de princesas y el porsche y sentir lo que verdaderamente redunda en nuestras vidas. 


Hacer esta obra fue una acto revolucionario y aquí no hablo del Che Guevara, aquí hablo de evolución, buscar nuevas maneras de hacer teatro, de hacer arte porque ¡qué mucha falta nos hace! El teatro en Puerto Rico ha recibido en las tablas del Julia de Burgos a un equipo maravilloso dispuesto a hacer del teatro algo más que la diversión del mismo, aquí hay un equipo que lo anhela y lo trabaja desde lo más profundo del interior. Un equipo dispuesto a entregarse a sus personajes y a su público sea en la Universidad o debajo del mar y se aleja de las energías raras que a veces merodean por este arte dramático. Un equipo que se balanceaba en la balsa inmensa del escenario y que no permitía en ninguna función que un compañero se cayera por los precipicios del miedo. Todo lo contrario, aquí reafirmamos las palabras hermosas de Carola García “hacer teatro es un acto de solidaridad”, tanto la historia que le llevamos al público como el trabajo en equipo entre nuestros compañeros. Hace tiempo que no veía en el teatro un público diverso que no fuese solo de padres y colegas y antes que un foco se encendiera cada noche la energía de la multidisciplinariedad del público le daba sentido a la obra antes de que ella comenzara. Milán Kundera en su libro La insoportable levedad del ser dice: “Actor es aquel que desde la infancia está de acuerdo con pasar toda su vida exponiéndose a un público anónimo. Sin este acuerdo básico que no tienen nada que ver con el talento, que es más profundo que el talento, no puede llegar a ser actor”.

Quiero terminar dejándole saber que “Musa Paradisiaca” es el nombre científico del plátano, no revelaré el análisis por el cual nombré al personaje, solo le daré pie a su imaginación con una palabra clave en este montaje creativo: identidad.

. . .
III.
Por Patria Logroño
Madre

Pluma y la tempestad ha sido la experiencia más maravillosa y más compleja que he tenido durante mi vida universitaria. Mi proceso en el montaje fue uno lleno de muchas emociones diversas, de alegrías, de lágrimas, de frustraciones, de nostalgia y a veces lograba sacudirme de tal manera que me dejaba en una crisis existencial. Ya no recuerdo, de tantas que fueron, las veces que salía a llorar después de terminar los ensayos porque sentía que no tenía ninguna conexión con mi personaje, pero el teatro de Arístides Vargas comenzó a seguirme a todos lados. De repente cuanta situación sucedía a mí alrededor tenía relación con la obra. La calle, mi casa, la universidad, la estación del tren, mi vida personal en todo estaban Arístides y sus palabras. Entonces fue que comencé a sentir y a comprender a profundidad y la belleza del texto.

Madre 3, una de las madres de Pluma, ese fue el personaje que interpreté en la obra. Personaje que además cantaba el tema musical de la obra o la canción de Pluma. Cantar para mi representó una base sólida desde donde comenzaba a tomar forma la identidad de mi personaje y de cierta manera era también la unión de las 3 parejas de padres. La canción surgió en un principio de la improvisación, pero después comencé a darle forma concienzudamente para que tuviese relación con la escena y con la obra completa. Quise con la canción rescatar lo bohemio de la pieza, el efecto de montaña rusa que tiene toda la obra. En un juego de graves profundos y agudos brillantes surgió la melodía que se quedó grabada en la memoria de todas y todos los que la oyeron. Mientras más la cantaba más la comprendía, más encontraba su relación en mi vida, en la de mi personaje y en la de tanta gente que se sintió conmovida. Jamás hubiese imaginado que algo que surgió del juego con mi voz y la improvisación llegaría a tener tal impacto.

Una de las consignas que se le propuso al elenco en un principio consistía en salir a las calles a buscar en qué lugar, en que personas veíamos a nuestro personajes para así ayudarnos en la creación del mismo. En varias ocasiones me vi buscando esa madre que habla desde el hastío más elevado, desde el cansancio y si, la llegue a ver un par de veces, pero la encontré en un lugar que aunque lo conozco muy bien no me habría imaginado jamás que sería allí donde encontraría esas características, el físico, el modo de hablar de mi personaje. Un día hablando con mi madre recuerdo sus palabras que todavía me retumban en los oídos y que por tantas veces escuche y no preste atención suficiente. Me dijo: “yo estoy tan harta de tu pai”, y no pude evitar paralizarme por unos minutos al asociar estas palabras con las palabras de mi personaje, mi madre estaba utilizando las mismas palabras del texto sin haberlo leído nunca. Se me aguaron los ojos, había encontrado a la mujer en quien inspirarme. En un principio pensé que cuando mi madre fuese al teatro a ver la obra no la entendería del todo, que me diría algo como “¿para hacer esto es que estudias teatro?”. Para mi sorpresa y gran satisfacción su reacción al terminar la obre fue: “nena, todo muy bien, como siempre cantaste muy bonito y te felicito la entendí completa y me identifico porque eso, todo eso soy yo”. La emoción no me cabía en el pecho.

¿Qué me deja Pluma y la tempestad?, ¿Quién soy después de esta experiencia? Pluma me deja la esperanza de que otro mundo es posible si aprendemos a resistir los azotes de la tempestad y reconstruimos con los restos que nos deje. Me deja sedienta de cambio, que hace tiempo nos urge y que nosotros la generación joven debemos provocar que ocurra. Gracias a pluma ya no tengo conciencia sino que soy mi conciencia. Si antes era empática con algunos ahora estoy para todo el que me necesite y comprendo lo importante que somos, lo importante de nuestra historia, de la historia de los demás, lo importante de reconocer que somos plumas que flotamos lentamente en el marco tormentoso de un país a la deriva, la importancia de reconocer a esas y esos otros plumas que sufren en soledad los estragos de sus tempestades y aprendí a no juzgar sin ir más allá de lo que se o conozco. Algo maravilloso que me deja pluma es el cariño de amistades nuevas y hace más fuertes los lazos que me unen a los ya conocidos. Me llevo un Teatro Julia de Burgos glorioso que fue mi segundo hogar durante tanto tiempo. Me llevo mi crecimiento como actriz, los consejos, los abrazos, las lágrimas, las muestras de orgullo por sus estudiantes y los regaños que Carola me daba desde el amor, además la satisfacción de no haberla defraudado, que era uno de mis mayores miedos. Me llevo las líneas de Arístides empapadas en crítica, nostalgia y sátira. Me llevo las ganas de construir con los restos que me deje mi tempestad.


IV.
¿Qué pasó?
Por José Reyero, Pluma

A veces suceden cosas que uno no lograr identificar al momento pero que dejan en uno la clara sensación de que algo sucedió. El proceso de haber participado en el montaje de Pluma y la tempestad bajo la dirección de Carola García definitivamente fue una de esas cosas. Este proceso comenzó a principio de verano de 2015 y se estuvo presentando del 12 al 18 de noviembre de 2015 en el Anfiteatro Julia de Burgos de la Universidad de Puerto Rico Recinto Rio Piedras. Esta experiencia fue una muy retante en varios aspectos. A continuación intentaré apalabrar dicha experiencia con fe de que las palabras salvarán lo que quiero decir.

Este montaje se dio en el contexto del curso Actividades Dramáticas II. Un curso que nos enseña que el teatro es algo inclusivo, que es para todos, que es de la gente y que no es algo exclusivo solo para algunos como a veces se piensa. Mediante ejercicios teatrales el estudiante va desarrollando una conciencia colectiva que va más allá del teatro y se puede aplicar a la vida misma. En este proceso tuve la oportunidad de dirigir el entrenamiento del colectivo, de lo cual estoy sumamente agradecido por el reto que significó y la cantidad de aprendizaje que obtuve del mismo. Obviamente siempre hay espacio para mejorar y aun me queda mucho por aprender pero esta experiencia me enseño mucho. Aprendí, entre otras cosas, que para que escuchen a uno es bueno escuchar al otro primero.

Y hablando de escuchar, escuchar a Pluma no fue nada fácil. Fue un personaje que durante un tiempo sentí que conocía mucho y de repente se volvió un desconocido. La primera vez que leí a pluma me sentí muy identificado con las ideas que expresaba y algunas situaciones con las que ya estaba familiarizado pero la prostitución, el abuso sexual, la violencia doméstica y otras atrocidades por las que pasó Pluma, las desconocía. Entonces, empecé a preguntarme cómo es que piensa pluma. ¿Cómo está la mente de una persona que ha pasado por tanto? ¿Cómo es esa paranoia que se crea después de haber recibido tanto golpe? Me di cuenta que la forma de pensar de Pluma, aunque estuviera tan de acuerdo con la mía en algunas cosas, no era nada parecida a la mía. Pero sabía que en algún sitio tendríamos que encontrarnos. Un sitio que tardamos en llegar y que al día de hoy no estoy seguro si salimos. Un sitio violento incómodo y frustrante pero a la vez ilusorio e inofensivo el cual creaba en uno la sensación de algo le iba a pasar. Dentro de ese sitio el enfrentarse a la frustración era tal vez lo más difícil ya que la cuestión ilusoria no dejaba a uno identificar con que sí y con que no podría defenderse de cualquier cosa que fuese a pasar. Uno no tenía seguridad de nada, entonces nada parecía real y por lo tanto confiable. Las funciones del martes 17 de noviembre fueron en las que mi Pluma no tuvo con que defenderse y salió herida. Luego, el 18, ya Pluma en mi moría, era como cuando a uno se le cae un canto. Era como si con la muerte Pluma consiguiera un descanso, un respiro después de la tempestad. Por varios días estuve tratando de entender que me pasó a mi cuando Pluma desapareció. Era casi un luto. No podía parar de pensar que era lo que me quería decir Pluma una vez se fue. Con el paso de los días y las cosas que fueron sucediendo entendí que Pluma lo que me decía es que no me frustre, que aprenda a vivir en medio de la tempestad.

No estoy seguro todavía de haber entendido todo lo que sucedió en este proceso pero si estoy seguro que algo sucedió. Creo que ninguno de los otros procesos teatrales por los que he pasado antes me ha dejado tan a la expectativa de entender lo que significó el mismo. Estoy muy agradecido por la oportunidad de haber estado en este montaje. Agradezco haber podido aprender tanto con Carola y con todo el grupo.

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“El que nosotros como elenco también tuviéramos la oportunidad de proponer y de que estas propuestas se tomaran en cuenta fui un proceso muy importante que nos hizo hacer la pieza más de nosotros” -Pó

“Desde el comienzo me vi en la obligación de empezar a tratar a mi cuerpo de manera distinta y de internalizar que esto iba a ser un montaje donde el buen manejo de mi cuerpo era esencial” -Edgardo

“Al comenzar el proceso, no tenía ni la más mínima idea de lo que me enfrentaría, pensé que Pluma se trataría con el clásico teatro realista lleno de cotidianidades. ¿Mi sorpresa? Un teatro lleno de poesías bañadas de crueldad humana y social. Pluma abrió nuevas visiones y nuevas puertas en mi cabeza” -Aidil